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16 de diciembre de 2013

{Semana 50/52}

Silvia - Adiós otoño, adiós
Ultimamente noto que hay algo en el ambiente que nos impide disfrutar del momento. Recién acabamos de estrenar el otoño, vemos que la Navidad ya adorna los escaparates, mientras nos bañamos en piscinas y playas, nos inundan de uniformes y vuelta al cole... Me gustaría vivir mas despacio, disfrutar de cada cosa en su momento, que no me hagan pensar en lo siguiente, en lo que me esperará dentro de unos meses.  Por eso, aunque la casa, la ciudad, ya huele a Navidad, me gusta recordar que aún estamos en otoño, un otoño mas frio de lo habitual, pero que nos ha dejado disfrutar de todo su colorido. Esta semana empieza el invierno, que todos pensamos será blanco, y despedimos a este otoño rojo y amarillo, que echaré de menos, porque lo he disfrutado. Y, aunque me bombardeen con muñecos de nieve, he querido no adelantarme, y si no hay nieve que tirar este año, nos hemos divertido tirándonos hojas, que por algo estamos en otoño.


Ene - Árbol de Navidad

A nosotros también nos ha llegado el turno de decorar el árbol....me ha encantado verle tan concentrada poniendo las bolas aquí, las luces allá... y mientras tanto la peke quitando todo lo que ya estaba puesto, jajaja!!!! Pues nada!!! que ya ha llegado la Navidad!!!! jou jou jou!!!


Cachi - Movimiento Nanbudo

Hemos recibido en el pueblo la visita de toda la congregación nanbudoka de Huesca y alrededores. Sorprendente la cantidad de gente que practica un arte marcial que hasta que mi niña empezó a practicar, ni sabía que existía. Interesante ver la pasión con la que se enganchan y entrenan, y como viven cada movimiento que realizan. Los críos están encantados. Les cuesta seguir a los mayores, pero se divierten mucho. Sinceramente, mejor en el "dojo" que enganchados a la tele...


Charo - Parque de Bolas
Ha sido un fin de semana movidito: nos hemos ido con unos amigos a un bonito pueblo manchego, con nombre ya importante, Orgaz, y lo hemos pasado genial correteando por sus calles, descubriendo el castillo, jugando a la pelota, subiendo y bajando escaleras, comiendo tarta de chocolate, chillando como nadie más, durmiendo profundamente (la mejor parte para los padres, todo hay que decirlo), y como remate de fiesta, a última hora descubrimos un estupendo parque de bolas en las afueras de Toledo, que por raro que suene ¡no parece un parque de bolas!. Allí los peques terminaron de gastar las pilas que les quedaban, y los padres pudieron tomarse el café tranquilamente… bueno menos yo, que al no haber ningún otro niño que no fuera del grupo me pude colar en el laberinto de sube-bajas, bolas, toboganes, redes… y os aseguro que es agotador sobre todo al tener que estar una peque que al ser su su primera experiencia en uno de estos parques, iba como una moto de un lado para otro. Juan sin miedo. Así que me quedo con esta foto, no la del castillo, o la de la casa rural, o la del paseo por la tarde… y también por lo que le costó hacernos la foto a Lara, que con sus cuatro añitos el conjunto de réflex+flash le pesaba un montón. Confieso que me reí un montón. ¡Ah! Y que los padres sepáis que las guerras de bolas….¡duelen un montón si te dan en la cara!

Marta - Forever


Esta semana estuvimos mi hija y yo con mi amiga y su hija. Conozco  a mi amiga desde siempre. En realidad desde los 11 años, creo recordar, pero esa es la edad en que uno empieza a vivir cosas de forma voluntaria, así que desde siempre. La vida ha ido pasando y nuestro lazo estrechándose. Si miro para atrás, recuerdo, por ejemplo: los chupachups de mora que nos comprábamos con la paga de los domingos, una bola enorme e infinita que daba para pasar toda la tarde sentadas en un banco, viendo la gente pasar y riéndonos de nada; su vena de actriz que surgía en el momento más insospechado haciendo confundir fantasía y realidad; nuestro primer trabajo juntas pegando carteles de reparación de electrodomésticos (qué risas por el mercado Maravillas); esos viajes a su pueblo, momentos míticos que luego han dado tanto para recordar. Recuerdo los días en su casa cuando ninguno de nuestros padres estaba y jugábamos a vivir juntas; las noches en que venía a dormir conmigo y se nos hacía de día hablando y a mitad de la noche nos levantábamos a la nevera y comíamos salchichas crudas metidas en la cama (puaaaajjjjj); las noches en que he dormido en su casa sin que nadie lo supiera (ni siquiera su abuela, que dormía en la cama de al lado y a mitad de la noche se levantaba para ir al baño) porque no tenía otro sitio donde ir y ella bajaba en camisón a abrirme su puerta.
Según ha pasado el tiempo, las cosas que hemos compartido se han vuelto más intensas, no sé si más vitales, pero sí más tremendas, como la vida. Me ha acompañado en momentos imposibles, en los que la única presencia posible a mi lado era la suya. El último de ellos fue la despedida a mi amigo Carlos, su corazón tan cerca del mío.
Como el destino a veces juega a nuestro favor, su hija adelantó su nacimiento un mes y vino al mundo el mismo día que la mía, tres años después. Nosotras, que somos tan de señales, nos lo tomamos como un guiño del azar, su visto bueno a nuestro cariño, su promesa de que las cosas pasarán pero seguiremos juntas.
No puedo imaginar nada que pueda hacer que dejemos de vivir la vida una al lado de la otra. Después de tantos años, nos juntamos y seguimos riéndonos a carcajadas, o llorando a moco tendido, según lo que toque, pero siempre con el corazón a flor de piel. Hoy soy espectadora de su momento feliz, y me alegra, la quiero, quiero que la vida la trate bien y lo comparta conmigo. Quiero que nuestras hijas -tan parecidas, tan imposibles a veces, tan brillantes siempre- crezcan cerca y valoren nuestra amistad como lo hacen. Al venir de su casa, le decía a mi hija: “Quiero tanto a Inma…”. Me dijo: “Ya lo sé, yo también…”

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