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7 de julio de 2013

{Semana 27/52}

Charo - A Solas


Esta semana ha sido un poco especial... al menos para mí.  ¿O más bien debería decir de "relax"? Y es que los peques ya están disfrutando de las vacaciones en Palencia, y Papá está fuera de viaje, así que yo estoy al más puro "estilo Rodríguez"... y...¡descansando, sobre todo descansando! Con lo cual, nuestra foto a tres de esta semana tenía que reflejar esta situación tan distinta de lo habitual, esa distancia física entre todos nosotros.

Pero no por ello ha sido una semana en la que haya poco que contar: Gadea se ha iniciado en esto de la guardería y la sociabilización.

Lo necesitaba. Lo pedía a gritos.

Y parece que la adaptación ha sido muy buena. Además Ramón va a la misma guardería, quiero decir "cole de verano" - como él lo llama -, a jugar a piratas (con su parche  y su espada), a regar el jardin (y ser regado) y a jugar con los amigos; con lo cual van juntos, pero "cada uno por su lado", y por lo que me cuentan sus tíos y primos se lo están pasando genial. Y a mí me encanta saber que es así...

Marta - Campamentos


Manu se fue esta semana de campamento. Me gusta verlo hacerse mayor, este año no me dejó ya ayudarlo a hacer la mochila. Su primer campamento fue cuando tenía 9 años: fue solo, no conocía a nadie, y me consta que lo pasó fatal. Volvió con un diploma a “lágrimas de cocodrilo”, qué bien, hijo, le dije cuando me lo enseñó, confundida, y me dijo un monitor: “no dejó de llorar los cinco primeros días”. Empezó a llorar al subir al autobús, que tardó en arrancar una hora que a su padre y a mí se nos hizo infinita, diciendo adiós con la mano como si no pasara nada, conscientes de que si subíamos a consolarlo bajaría con nosotros y no podríamos hacerlo subir de nuevo. El otro día, recordando esto, le dije “cometimos un error”, y me respondió “lo pasé fatal, pero ahora no me arrepiento, aprendí mucho”.
Ayer me llamó y escuché su voz afónica al otro lado del teléfono y me parecía poder ver su sonrisa de adolescente, la que pone cuando está con los amigos y se siente tan mayor. Cuando colgué, después de escucharlo hablar durante cinco minutos, pensé que no le había preguntado cómo comía,  o si pasaba frío por las noches -vaya madre, me dije- pero es que me bastó con escucharlo y sentirlo feliz.
Yo fui a campamentos desde los 11 años, luego me enganché como monitora, hasta los 18. Para mí eran un aire de libertad, era salir de casa. En los campamentos conocí a los primeros chicos que me gustaron, qué momentos aquellas fiestas de final de campamento en que el chico que tú querías te sacaba a bailar. Durmiendo en el suelo, fuera de las alas de nuestras madres, veíamos claramente quién era quién, y tuve intuiciones que con los años se han confirmado como ciertas. Las discusiones por quién dormía en la puerta, quién detrás del mástil, delataban fuerzas y flaquezas que ya apuntaban a las que serían luego, cuando lo que se defendiese fuera más que una posición dentro de la tienda de campaña. Recuerdo las marchas nocturnas, en especial una en que aparecimos entre una nube de luciérnagas, y tumbarme con mi amigo Víctor a mirar las estrellas y preguntarnos cómo podía ser aquello de que su luz llegase cuando ya estaban muertas. Recuerdo los baños en el río entre mosquitos zapateros, esos suelos llenos de lodo que nunca me gustaron y que aún hoy aborrezco. La merienda de pan con chocolate, o el bocadillo de quesitos, la comida en el plato de aluminio. Llegar a casa después de 15 días y maravillarme ante la tele, o ante la ducha caliente… y llorar durante dos días echando de menos a mis compañeros. Cuando ya éramos más mayores, nos veíamos por la tarde el día que llegábamos a Madrid, salíamos todos duchados, vestidos de calle, pero a mí me parecía que éramos menos guapos y menos brillantes que en medio del polvo del campo, con aquellos pantalones cortos y las botas chirucas.
Me encanta que mis hijos vayan de campamento, y que sean campamentos tan poco sofisticados de los que, precisamente por eso, conservarán lo esencial: el contacto humano sin parapetos, el trato con la naturaleza y el olor de cuando se hacía de día y el aire olía a fresco y recién estrenado, y, ojalá, la alegría de volver a casa y sentir que todo sigue igual y que, en su caso, eso equivale a que todo esté bien.


Silvia -Tiempo


Otro año, otras vacaciones pero siempre el mismo sentimiento, que el tiempo se detiene, que nuestras vacaciones son un paréntesis  en nuestra vida de prisas y carreras. Despertar, oler el mar, escuchar el trinar de los pájaros y vivir, vivir sin reloj, sin horarios, disfrutando de las puestas de sol en nuestra gran terraza. Mar, sol, piscina, juegos y risas, pero, sobre todo las vacaciones son un parón para disfrutar de nuestra compañia, los tres juntos y decirnos cosas que el resto del año, con las prisas, olvidamos decirnos. Un TE QUIERO al borde del mar, con sabor a sal, y sabernos afortunados de haber podido, un año mas, disfrutar de nosotros mismos.  

Ene -Merecido descanso



Por fin ha llegado el buen tiempo y con él han llegado las jornadas hasta medianoche con los amigos, ayer fue un día de esos.... sol, calorcito, buena compañía de adultos, buena compañía para los niños, una buena copa en la mano, barbacoa, piscina y cama hinchable para saltar.......... todo lo que acabo de decir resume el día de ayer.... Hace tiempo que no me lo pasaba tan bien, tan relajada y en tan buena compañía....Pero, Izaro hubo un momento en el que pinchó, me dijo que no aguantaba más y si se podía meter en la cama de su queridisisisisisima Lur, así me la encontré 5 minutos después... dormida y con una sonrisa en la cara... 

Cachi - A mi, que me den playa.


Hace tanto calor esta semana que no nos cuesta preparar trastos todas las tardes y llegar a la piscina, pasar toda la tarde hasta que nos echan y nos estan comiendo los mosquitos. 

Reconozco que no me gusta la piscina. A mi que den una playa, con su arenita, sus olas, y la brisa con olor a sal... Este calor consigue que rebaje mis sueños marineros en pos de un bañito en agua fria donde sea, aunque sea en el caldo de cloro. 

Además, a mis niños les encanta. Mi hija mayor a decidido criar agallas como los peces, de tanto tiempo que pasa a remojo. Y los pequeños se han vuelto intrépidos y se quitan los manguitos para "nadar solitos"...que de solitos nada, que me va a dar un infarto cualquier dia de estos....

A mi que me den playa, pero mientras no pueda ir...¡bendita piscina!!

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