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19 de agosto de 2013

{Semana 33/52}

Ene - Aitxitxe....



Hoy, jueves, nos hemos reunido toda la familia para recordar a un buen hombre, aunque nadie ha hablado sobre su falta, estoy segura de que todos los que nos hemos reunido le hemos tenido en mente en algún momento de una forma u otra.... Yo por mi parte echo de menos al aitite (abuelo) para mis hijas, les hubiese malcriado, hubiese reído con ellas, les hubiese llevado de paseo de la mano.... Pero no ha podido ser, aunque estoy segura de que está con nosotras, que nos cuida y que vela por nosotras....MZA


Marta - Deseos cumplidos

 
Hace unos días mi hija me preguntó si había visto alguna vez una estrella de mar. Le dije que sí, y cómo eran. De improviso, un par de días después, decidimos ir al Oceanográfico, y allí se encontró con una estrella de mar en vivo. Su cara, al verla, fue la de los deseos cumplidos, la cara de cuando uno cree que todo es posible. Yo, que vivo a través de ella experiencias vicarias, sentí la misma satisfacción.
Cuando eres niño, el mundo parece un lugar hecho a tu medida, antes de que llegue la adolescencia y el mundo se haga demasiado grande ante tus ojos que siguen siendo los de un niño pequeño. Las creencias mágicas dan sentido a tus días: si no piso la raya, pasará esto; si ahora pasa un pájaro no pasará esto otro. Crees eso y la vida, a veces, te da la razón. Creces y, con suerte, intentas mantener vivo ese espíritu que te da cierto sentido de omnipotencia o, al menos, de que no eres nadie. Pero con los años te ves obligado a admitir que tu fe, tu fuerza, tus intentos de manejar lo que pasa y lo que deja de pasar no son más que eso: intentos. Relajarse y dejar que la vida siga su curso es complicado, y frustrante muchas veces, pero al fin y al cabo si tuviera que definir que es lo que es “hacerse mayor”, sería eso: admitir que tu volante no conduce y aprender a dejarse llevar encajando lo que viene con la confianza de que eso es lo mejor que podía pasar.
Eva y su estrella de mar, la confianza de que los deseos se hacen realidad


Silvia - Piscina y mas piscina


He de confesaros que no me gusta nada la piscina. Pero que se puede hacer en el verano madrileño, con un calor sofocante y si además tienes la piscina en tu propia casa? Con contaros que después de 12 años viviendo en la misma urbanización nunca nunca me he metido en la piscina. Que queréis que os diga, no le veo la necesidad. Tengo calor, si, pues me voy a la sombra, pero mojarme en un agua heladora como que no va conmigo, con lo friolera que soy. Además lo que mas me gusta de la piscina, tirarme de cabeza, está prohibido.  Pero a una niña de cuatro años le encanta, lo normal. Y después de habernos pasado tardes de invierno en una piscina cubierta, aprendiendo a nadar, todavía tenemos mas ganas de que llegue el verano y poner en práctica lo aprendido. Y aquí aparece la figura de superpapá, siempre dispuesto a meterse en el agua, aunque la noche anterior haya caído un tormentón y el agua esté gélida, gélida. Y a mi me gusta tanto verlos disfrutar, desde el borde de la piscina, eso si, con los píes metidos en el agua. Me gusta tanto verlos reír, zambullirse, nadar y bucear.... que este año hasta me va dar pena que se termine la temporada de piscina.


Charo - El Toro de Cogollos


Ese toro que se ve en el fondo, para mí guarda un montón de momentos de mi infancia en Cogollos, el pueblo de mi padre. Cada vez que circulo por la carretera a su paso no dejo de recordar aquellas tardes de verano en las que mi tía nos llevaba al toro a merendar mientras jugábamos a contar los colores de los coches que pasaban a nuestros pies. O cuando después de un viaje de más de hora y media en el 850, mi padre nos decía para ver si nos calmábamos: "¡a ver quien es el primero que ve el toro!". Y es que si veíamos el toro, significaba que por fin habíamos llegado a Cogollos.

Cogollos era un pueblo pequeño, pero recuerdo que para mí tenía tres grandes atractivos: ese toro inmenso a su entrada, los pilones donde iban a beber los bueyes (y en los que me caí unas cuantas veces por sosa que dirían mis hermanos), y la estación de tren abandonada donde también íbamos a pasar la tarde para ver los trenes y poner las monedas sobre la vía y verlas apachurraditas. Sin olvidar aquellas meriendas de pan con vino tinto que preparaba mi abuela, o aquella bolsa de patatas fritas que siempre caía por las fiestas de San Pedro, o el helado de corte en el cumpleaños de mi tío, que mi hermano mayor se ventilaba en un pis-pas y luego protestaba porque a todos los demás nos duraba una eternidad...

Son muchos los recuerdos, y poco el espacio para contarlos. Me conformo si cada vez que pasan por Cogollos y ven el toro recuerdan que su madre vivió muchos buenos momentos en ese pueblo.

Ayer fuimos de excursión a Burgos, y mi proyecto 52 fue la excusa perfecta para acercarnos a Cogollos y a su toro...

Cachi - Olas


Me encanta el surf. He soñado toda la vida con subirme a una tabla, adoptar pose y que me lleven las olas hasta la orilla. Lo malo es que me decidí en plena crisis de mediana edad, cuando ya no se tiene la misma agilidad de cuando era una pipiola y podía lucirme. El caso es que un día lo probé y ya no he podido parar, aunque sea de verano en verano y tiro porque me toca. Y no lo hago muy bien (falta de agilidad, repito) pero disfruto mucho de toda la parafernalia que rodea al momento de coger mi tabla y remar, notar como me lleva el agua y el sonido suave cuando consigues deslizarte unos breves instantes y el mundo es tuyo. Me tiene enganchada.
Y cuando no estoy  en el agua, se me pasa el rato mirando a los que si están y envidio a los que pueden disfrutar de ese momento mágico con más facilidad de la que yo muestro. Mi sueño es vivir en un lugar en el que pueda bajar todos los dias a disfrutar de las olas, aunque sea desde la orilla.

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